miércoles, 16 de enero de 2013

Una tarde en el cine

UNA TARDE EN EL CINE


Llevo tiempo pensando en llevar a mi nieta al cine. Aún recuerdo cuando llevé a mis hijos pequeños por primera vez;  fue un desastre. Todavía me sonrojo al recordarlo. Fuimos a ver una película de Asterix y Obelix.  Entramos en la sala y ocupamos nuestras butacas, pertrechados con un cubo de palomitas y sus respectivos vasos de refrescos.  Todo era idílico, ellos contentos y mi esposa y yo bastante tranquilos. Pero esta sensación cambió radicalmente cuandose apagaron las luces y empezó la película; a mi hijo pequeño no le hizo ninguna gracia, le expliqué el motivo de la oscuridad y al empezar las imágenes se calmó, pues ya no estaba oscuro.  Empezó a mirar lo que visionaban por la pantalla  quedándose bastante quieto, cosa que nos tranquilizó, pero no duró mucho tiempo, pues el niño era y es bastante inquieto. Al empezar con los pertinentes anuncios de las películas venideras se aburría y no paraba quieto en el sillón, se ponía de pie, se tumbaba, ponía los pies para arriba, no paraba de hablar…y pasó lo inevitable, las personas de alrededor se quejaron, y así llegó la primera amonestación por parte del acomodador.
Tomamos medidas para que no volviera a suceder. Yo me puse con el torbellino y mi esposa con el mayor.  Empezó el film y parecía que la cosa había dado resultado, pero fue un vulgar espejismo, a la media hora ya no había quién lo aguantara. Le di de todo para que no hablara pero no sirvió de nada, y llegó el segundo aviso por parte del acomodador. Decidimos cambiar de sitio a los niños, al lado de su madre el pequeño y el mayor conmigo, a ver si así podíamos acabar de ver la película. Fue una misión imposible, pues el niño ya estaba harto de Astérix, Obélix, El Druida, y todos los romanos juntos.
Decidimos irnos, pero mi hijo mayor nos decía que no nos fuéramos que no se había acabado, entonces me fui yo con el pequeño a la calle, y así ellos podían acabar de ver la película con tranquilidad. Al salir agradecí la brisa de aire en mi cara,  pues parecía que había estado trabajando de sol a sol y el pequeño mirándome feliz.
Pero lo más gracioso de todo es que en la actualidad, el entonces pequeño, no recuerda la película, ni el momento que fuimos al cine, es más,  afirma que nunca le llevamos a ver a Astérix y Obélix. Cuando alguna vez sale la conversación,  queda todo como una anécdota graciosa.
Ahora repetiré con mi nieta esa experiencia y espero tener una tarde agradable, ya que la niña es bastante más tranquila que su tío, y los abuelos están más curtidos en estas labores. Espero que elija una bonita película y podamos disfrutar de una tarde de cine, con nuestra nieta
 
 El pequeño vaporista

Las apariencias engañan


LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

Los niños veían a una persona desaliñada, mal vestida, harapienta, muy dejada y maltratada por la vida; sus cabellos eran una maraña de pelos que se enredaban en su barba blanca; sus ojos eran pequeños pero con una mirada muy intensa que le delataba como gran observador;  su nariz aguileña era bastante prominente; sus labios los tapaba la espesa barba y el bigote,  que estaban totalmente canosos; su voz era cálida, aunque algo socarrona. Quizás porque veía la vida desde un plano diferente al nuestro, pues no creía en los bienes materiales. Su aspecto en general era de suma dejadez, sus ropas eran viejas, rotas y muy sucias. A los críos nos daba respeto, aunque verdaderamente era miedo, pero yo no podía decírselo a mi padre porque eran de los que decía que a las personas había que conocerlas antes de tomar semejante decisión.
Veníamos de la feria del pueblo de al lado, caminando por la carretera, entre las frondosas sombras que daban los plataneros.  Una figura encorvada  se iba acercando a nosotros. Era ese hombre que iba con rumbo a ningún sitio, pues no tenía a nadie. Al llegar a nuestro lado,  yo me aferré a la mano de mi padre,  buscando protección. Mi padre notó mi incomodidad y no dudó en ningún momento; se saludaron, y estuvieron hablando ensimismados, sin acordarse de mí, hasta que  mi padre me presentó y me hizo darle la mano con el saludo pertinente. Después de esto, mi progenitor le preguntó  ¿hacia dónde se dirigía y qué iba a hacer?,  a lo que el hombre contestó sin ninguna dilación:  “a vivir la vida”.
Después de intentar de todas las maneras posibles convencerlo de hospedarse en casa, no lo consiguió.  Lo más que consistió fue a que le dejáramos dormir en la barraca que teníamos en el campo. Le acompañamos y adecentamos un poco el lugar para que el hombre pudiera acomodarse; seguidamente fuimos a casa a buscar algo  para comer y un poco de ropa limpia. Conseguimos que se quedara unos días. Durante esos días me ocupé de llevarle la comida y aquél extraño se fue convirtiendo en un manantial de sabiduría.  Cuando hablaba, su voz me envolvía y me hacía  partícipe de lo que explicaba;  tenía una humanidad pasmosa, era culto,  pero lo más interesante de todo, era su filosofía de  vida y la forma de afrontarla.  No deseaba nada que perjudicara a la naturaleza, creía firmemente en la humanidad, y en sus mínimas pertenencias había lo más básico: unos cubiertos, un pequeño cazo de aluminio, una toalla, un pedazo de jabón, y poca cosa más.Recuerdo que le pregunté por qué vivía así, y me contestó: “yo nací en una familia rica. Desde pequeño lo tuve todo, juguetes, los mejores colegios, abría  la boca y ya tenía lo que había pedido hasta que fui al servicio militar, donde me tocó viajar a África. No consentí que mi familia intercediera por mí para conseguir un destino mejor. Allí me di cuenta de que no era feliz, de que lo que yo quería era vivir la vida sin más, con mis manos y mi inteligencia. Acabado el servicio militar desaparecí, me fui a ver mundo y acumular vivencias. Ahora es mi mayor tesoro y eso lo tengo que agradecer a todas las personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida incluyéndoos a vosotros.
Estuve cuatro días disfrutando de sus vivencias, pero al quinto  desapareció y no volvimos a saber más de él.     En mi mente guardo un grato recuerdo.

El pequeño vaporista.

jueves, 3 de enero de 2013

La amistad mi mayor tesoro


LA AMISTAD MI MAYOR TESORO

Toda la grandeza de este mundo no vale lo que un buen amigo como tú
y creo que  la manera de tener un amigo es siendo amigos. Vivir sin
amigos no es vivir. El verdadero amigo es el que te tiende la mano y
te toca el corazón; un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo
será siempre un hermano; un padre es un tesoro; un hermano es un
consuelo; un amigo es ambos.

Creo  que  soy una  persona  obsesionada con la  amistad, por la
lealtad y la felicidad  de  los que  me rodea. Para  mí  la  amistad
sin confianza es una flor  sin  perfume.    Pienso que  si practicásemos  más  la amistad,  no  haría  falta tanta
justicia,  se   multiplicarían  las  alegrías   y  se dividirían las
angustias. La  risa  no es mal comienzo  para  la  amistad, y está,
lejos de ser un mal final. La amistad es un alma que habita en dos
cuerpos, un corazón que habita en dos almas.

Nunca es largo el camino que conduce a casa de un amigo, que te enseña
el rumbo y recorre  a nuestro lado parte del camino. Es como pensar en
voz alta, adivina siempre cuándo se le necesita. En momentos difíciles
cuando te sientes solo, allí aparecen, los que son más que hermanos. Los amigos verdaderos, son los que vienen a compartir  nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados.

La humanidad  no es consciente del potencial que tiene ante sí, solo
con tender la mano a sus semejantes y confiar en ellos. Uno de los
mayores consuelos de esta vida es la amistad, y el mayor consuelo de
la amistad  es tener en quien confiar un secreto como me pasa contigo.
Amigos son aquellos seres que preguntan cómo estás y luego se quedan
callados a escuchar la respuesta como haces tú, o aquellos que no sólo
se entristecen con cualquier desventura nuestra, sino que no envidian
nuestra prosperidad. Un amigo es el que lo sabe todo de nosotros  y
tiene el coraje  de encararse con los enemigos y la valentía de
plantarnos cara para ponernos en el camino adecuado; lo sé muy bien,
lo sabes muy bien, siempre estaré a tu lado. Quiero estar y compartir,
momentos buenos  y los malos, quiero reír, tal vez llorar, amigos
que….nunca olvidamos…

Después están los falsos amigos    que son como las sombras, sólo nos
siguen cuando brilla el sol y la opulencia, meras comparsas de juerga
y vicio que lo único que les importa es  el lucro..

Nunca nos debemos dar por vencidos, ni busquemos al amigo perfecto.
Busquemos al amigo. Mientras tengamos amigos tendremos un tesoro.
Nunca debemos dejar crecer la hierba en el camino de la amistad y sólo
entonces comprenderemos que al morir, nunca más estaremos con los
verdaderos amigos pero habremos convivido  siempre con ellos…..

                   El pequeño vaporista.

viernes, 21 de diciembre de 2012

La moralidad inmoral


LA MORALIDAD INMORAL


Al finalizar los estudios tuvimos que ponernos a trabajar como todo hijo de vecino, algunos de carpinteros, otros de mecánicos, fontaneros, electricista y albañiles, entre otras actividades. Todos compartíamos diversos aspectos como era la juventud, la inexperiencia y, como no,  las  ganas de comernos el mundo. Todos queríamos tener un oficio, para que en el día de mañana nuestros hijos tuvieran un esperanzador futuro, mejor que el que nos había tocado vivir a nosotros.
Las empresas nos formaron en el mejor de los casos y sacaron de nosotros el potencial que llevábamos dentro; a su vez,  ellas fueron creciendo en tamaño y en capital llegando a conseguir una sociedad  más equitativa y justa. Fueron años de bonanza económica, la gente podía disfrutar de unas vacaciones mientras la renta per cápita subía, apareciendo un nuevo protagonista de la sociedad, la clase media. Todos teníamos derechos hasta que apareció la codicia y la envidia, donde enriquecerse se ponía de moda sin preocuparse del daño que ocasionaba. Los personajes que movían estos hilos en la sociedad daban a entender que el fin justificaba los medios, el todo vale. Los bancos daban lo que no tenían y prometían lo que no podían afrontar, nadie controlaba nada y llegó lo inevitable. Llegó el momento de cerrar fábricas, no poder acabar las obras, destrucción de puestos de trabajo, recortes en todo lo inimaginable, todos los recursos del bienestar social eliminados, la enseñanza volvía a niveles de la edad de piedra, los políticos no tenían ningún pudor en corromperse, los banqueros sumaban más y más botín para blanquearlo en paraísos fiscales. El gobierno, juntamente con las instituciones bancarias y políticas se mostraba ante el mundo con una imagen negativa. Europa y otros continentes se reían al ver como estos se enriquecían a base de cohechos y malversaciones de bienes públicos. Nadie movía ficha para frenar estas acciones, sino todo lo contrario, personajes de esta calaña eran colocados en puestos del gobierno para que siguieran robando y  manipulando el valor de las cosas en provecho de sus bolsillos y partidos. Es desolador ver como estos políticos se consideran patriotas y nos dan clases de moral, mientras el pueblo esta retrocediendo a la miseria, la esclavitud y analfabetismo con el consabido mal social de décadas anteriores. Me pregunto si la humanidad aprenderá la lección alguna vez y podremos ser capaces de dar a cada uno lo suyo.
El Vaporista

sábado, 3 de noviembre de 2012

Historia de un amor platónico (PARTE II)



HISTORIA DE UN AMOR PLATÓNICO

Jak salió del despacho del jefe médico, se dirigió hacia su pabellón, a pasos agigantados que él casi no podía hacer debido a su cojera. Iba muy enfadado, al entrar se encontró con Marlene, la quiso esquivar pero ella lo cogió del brazo, preguntándole qué le pasaba.  Él no quería decirle nada, ella le insistió, pero él no estaba dispuesto a decir nada, ella lo dejo marchar porque la llamaban de la enfermería.    Jak llegó a su habitación abrió el armario,  saco la poca ropa que tenía guardada, la echó encima de la cama, y busco una bolsa o maleta para llevársela. Descubrió que todo lo que tenía estaba roto o quemado por el incendio, y se sentó en la cama maldiciendo su suerte; estando cabizbajo no se dio cuenta de que había entrado el jefe médico, este le tocó en el hombro y le dijo: amigo aquí te traigo los periódicos para que sepas a lo que te enfrentas. Así podrás defenderte de toda esa gente que quiere tu cabeza. Gracias, le contesto Jak, pero es inútil ya me han juzgado y sentenciado, a lo que el médico le contestó: yo pensaba que tenía un luchador valiente, pero veo que usted ya está muerto. Jak lo miró fíjamente, ¿qué quiere decir con eso?     Su madre ha estado aquí muchas veces preguntando por su hijo, arriesgó que su padre se enterara y la echara de casa, le ha traído toda su  ropa, también dinero para que usted luchara por su dignidad y usted ¿Qué va hacer?, ¿Tirarlo todo?, ¿Esconderse?  Usted decide.
Marlene fue a la habitación de Jak para ver como estaba, lo encontró ojeando un sinfín de periódicos, se quedó sorprendida y le preguntó ¿Qué pasa?  Él le dio varios periódicos y le dijo:  lee lo que dicen de mí. Ella le contestó que ya sabía lo que ponían los periódicos,  entonces él se levantó de golpe diciéndole:  si lo sabías ¿por qué no me dijiste nada?, porque eso no iba bien para tu recuperación -le dijo ella-. ¿De qué me sirve mi recuperación si voy acabar en una cárcel? –contestó él-, ella le replicó:  todavía nadie ha dicho que tú seas culpable de nada. Yo no estoy tan seguro de eso, yo di la orden de que entraran. Sí afirmó ella, pero coaccionado por tus jefes. Sí, eso es así, pero ellos nunca lo van a reconocer. Por eso lo que tienes que hacer, es buscarte un buen abogado y a ser posible que no esté en la influencia de Londres. Yo no conozco a ninguno. No te preocupes tu madre ya te ha buscado uno que te va a  negar que lo haya contratado ella, o sea,  que dedícate a recordar todo lo que pasó  porque  ahí  puede estar tu suerte. ¿Mi madre  lo ha contratado? preguntó Jak, ¿por qué? ¿Para lavar su conciencia? A lo que Marlene contestó:  es la única persona que no te ha dado la espalda de tu familia, creo que tendrías que hablar con ella o por lo menos con el abogado que te ha buscado. Tú sabes perfectamente que si tu padre se entera de que te está ayudando, lo va a pasar muy mal. Deberías darle una oportunidad, por lo menos deja que se explique, no tienes nada que perder. Él se quedo pensativo, nunca había recibido una sola caricia de su madre, nunca se preocupo por él, ¿a qué venía ahora ese afecto hacia él? No entendía nada de lo que estaba pasando.  Marlene le miraba fijamente. Quería abrazarlo pero no se atrevía, lo veía muy confuso, no sabía cómo hacer para ayudarlo, su corazón sufría de ver que él lo daba todo por acabado, que no iba a luchar, que su vida se acabó en aquel fatídico  incendio.
Marlene se armó de valor y le preguntó si sentía algo por ella, o solo era una enfermera más del pabellón.  Él la miro con los ojos medio cerrados, y le dijo: tú eres la persona que me ha devuelto a la vida. Entonces ella le preguntó: ¿y qué vas a hacer con ella, la vas a enterrar entre estas cuatro paredes?  Jak  le puso la mano sobre el hombro, diciendo: para mí ya no hay vida fuera de aquí, ya se han encargado de que no pueda salir.   Ella enfurecida le dijo: ¿dónde están las cerraduras que impiden que salgas? ¿ De qué sirvió todo el trabajo de estos meses, para que tú te rindas sin más? ¿Ese es el orgullo que quieres defender?, ¿Ni siquiera eres capaz de defender a tus compañeros y honrar a los que murieron? ¿Dónde están tus agallas, tú, que has sido su mando más inmediato?.. No mereces ni que te cuiden, estás ya muerto y a los muertos se les entierra. Enhorabuena,  has conseguido ser un muerto en vida; ya no me necesitas.  Se fue corriendo hasta su habitación y se echó llorando en la cama, hasta que se le secaron las lágrimas. A la mañana siguiente, se levantó, se arregló, desayunó y se fue para su sitio en el pabellón. Se concentró de  lleno en su trabajo hasta que el jefe médico le informo que Jak  había salido por la noche. Ella le dijo que no le interesaba nada sobre él; prosiguió diciéndole que le encontraron borracho en la carretera, y que se había querido tirar delante de un automóvil. Entonces levantó la cara preguntando: ¿está bien? ,  a lo que le respondió:  magullado más en su ego que físicamente. Ella se pasó las manos por las mejillas disimuladamente para secar sus  lágrimas, diciéndole a su jefe: no sé que puedo hacer por él; ha perdido las ganas de luchar, quiere morirse. Usted mismo acaba de decir que se ha querido suicidar, ¿qué más necesitamos para encerrarlo de por vida?….
El doctor  pasó su brazo por encima de los hombros, sacándola del pabellón cariñosamente, y la invitó a sentarse en un banco del jardín. Una vez sentada le pidió disculpas por el atrevimiento de haberla cogido de esa manera, y acto seguido le dijo: Marlene, eres una buena profesional, pero te falta aprender de la vida. Eres muy joven, de ahí tu inexperiencia. Tú sabes que soy psiquiatra, por tanto mi campo son los comportamientos humanos y las enfermedades mentales; tú crees que una persona a la que  han calumniado, hundido, pisoteado, mancillado, al que su propia familia  ha dado la espalda  haciéndole renunciar a sus propios apellidos, solo por seguir teniendo un estatus en la sociedad ilustre de este país, puede seguir luchando solo contra esta sociedad manipuladora? ¿Tú lo crees?  Pienso que deberías estar a su lado ahora más que nunca, hacerle comprender que estás con él, que tiene que luchar, que la lucha va a ser fuerte y puede perder. Vas a decaer muchas veces, pero tienes que ser dura inflexible, piensa que a veces te aborrecerá, pero al final el amor lo curará todo.  Yo siempre estaré a tu lado en lo que necesites, medicinas, ropa, dinero, pero él nunca deberá saber que yo lo ayudé. ¿Qué me dices Marlene?  Ella lo miró fijamente a los ojos, con cara de estupor,  diciéndole ¿usted cree que yo puedo hacer lo que me pide, cuando él no quiere saber nada de luchar,  ni de vivir?   Amiga no hay peor ciego que el que no quiere ver, no te das cuenta que lo que ha hecho es para llamar tu atención, porque pensaba que no te volvería a ver. Lo que tienes que hacer es ir a curarle y lo demás ira viniendo por sí solo. En tus manos está el futuro de ese hombre. Ve, demuestra que tú eres su salvación, o por lo menos su esperanza. Sé que lo puedes hacer y además con éxito.

Pasaron los días, los meses, Jak se sentía arropado. Marlene era su sombra, habían buscado el abogado que secretamente la madre de él le pagaba, estaban preparando su defensa, tenía ilusiones pues el Letrado le daba confianza. Veía que era cauto pero tenaz, con ganas de que aflorara la verdad, lo estudiaba todo con detalle, no dejaba nada al azar,  y eso les daba un plus de confianza para seguir luchando. Ya solo quedaba una semana para el juicio, habían comprado ropa para que fuera a la vista correctamente vestido, como decía el Abogado, ni muy elegante, dando sensación de opulencia, ni  mal vestido dando sensación de harapiento. Lo justo, pues había que cuidar las formas ya que él tenía un alto cargo y no podía dejar el menor resquicio de que en los últimos meses estaba en un Sanatorio Mental. Debía  mostrarse lo más normal posible, con todos sus diálogos aprendidos. No tenían margen para rectificaciones, no se podía permitir fallos, pues eran el centro de todos los debates. Los periódicos iban caldeando el ambiente….
Marlene le cuidaba con un mimo exquisito, sabía que gran parte del éxito dependía de cómo él afrontara el reto. Le decía como moverse, o hablar, nunca con prepotencia sino con humildad y siempre mirando a los ojos del que le hablara demostrándole su sinceridad



Historia de un amor platónico (I PARTE)


HISTORIA DE UN AMOR PLATÓNICO

Una fría mañana de invierno, gris, plomiza el pequeño Jorge quitaba el relente del cristal de la ventana, con su pequeña mano. Fuera veía a su padre, que cojeando iba hacia la caseta donde estaba el mecanismo que daba vida a las vetustas barreras. Su padre se detuvo y saco su reloj de bolsillo para confirmar la hora en que tenía que bajar las barreras y con puntualidad británica las bajó. Al minuto exacto, pasó el expreso de las siete y quince minutos y empezó a oír  como chirriaban los frenos del tren pues se tenía que detener en la estación, que estaba a una milla escasa, para dar paso al tren ascendente que no debía de tardar más de tres minutos. Jorge escudriñaba con sus pequeños ojos, para poder ver lo que más le gustaba: las máquinas de vapor.  Las miraba deleitado, más bien extasiado. No había nada que le hiciera dejar de mirar,  incluso las advertencias de su madre llamándolo al orden para desayunar. Las máquinas eran su sueño más  anhelado, siempre estaba hablando de ellas, preguntando a su padre y a cuantos trabajadores de la estación encontraba.  Por fin pasó el tren ascendente. En cabeza una máquina tipo Pacific y una larga hilera de vagones de mercancías con dirección a Londres.  Jak, el padre, levantó las barreras al paso del último vagón  y entró en la casa para desayunar. Tenía el tiempo justo hasta que pasara el próximo convoy. Miró a Jorge y le dijo: “hijo ven a desayunar que vas a llegar tarde al colegio” a lo que el niño le contestó con una pregunta: “Padre,  ¿en la escuela me enseñarán a llevar una maquina de tren?”
El padre le contesto: “ No hijo,  en la escuela te enseñarán a leer y a escribir. Eso sí  que te ayudará en la vida para poder defenderte, hacerte un hombre inteligente;  así no tendrás que padecer como yo, las inclemencias del tiempo, pues tendrás un trabajo bien remunerado, para poder mantener a tu familia sin estrecheces. Tú podrás conseguir lo que yo no pude, devolverás el orgullo a nuestra familia, así podremos volver  a ir con la cabeza bien alta.  Entonces la madre le recriminó  a su marido, si no vamos con la cabeza alta es porque tú no quieres, porque lo que ocurrió nadie tuvo la culpa. Eres tú  el que te maltratas, a lo que él no quiso contestar. Dio un portazo y se fue.
El niño se quedo confuso, empezó a preguntarle a  su madre el porqué, del enfado de su padre a lo que ella le contestó: “ Hijo, cuando seas mayor tu padre te lo explicará”.  El niño no entendía lo que  le decía, pero vio que a su madre  le caían las lágrimas por las mejillas, y no preguntó más, le dio dos besos se dio la vuelta y marchó ; cruzo las vías del tren encaminándose al colegio  que estaba enfrente de la estación; llegó dio los buenos días al profesor, sentándose en su pupitre; sacó su libreta y el lapicero esperando la orden del maestro que levanto la mirada por encima de las gafas, lo miró, lo llamó y lo mandó al encerado para que hiciera unas operaciones de aritmética .
Mientras  en la casa la madre recogía los servicios del desayuno, llegó el padre cabizbajo se sentó en una silla miró a su esposa con los ojos rojos le pidió que se sentara a su lado y le pidió disculpas, pero ella le dijo que él no tenía  que avergonzarse de nada pues no había hecho nada deshonroso, solo había cumplido con su obligación, a lo que él le contestó: “Tú todo lo ves diferente pero la realidad es que me despidieron con deshonor por no cumplir con mi obligación”  y ella levantándose de golpe le espetó: “ ¿Acaso era tu obligación mandar a tus hombres a una muerte segura?, ¿era esa tu responsabilidad?.     Se hizo un silencio sepulcral, se miraron a los ojos fundiéndose en un abrazo, entonces él con voz tenue se quejó amargamente de lo que llevaba dentro royéndole las entrañas que no era otra cosa que el maldito accidente, pero para eso había que remontarse a diez años atrás.
Él venía de una familia de clase alta de la ciudad de Londres, con innumerables títulos nobiliarios y bien relacionados con la alta sociedad. Estudió  Ingeniería Industrial y algo de Arquitectura, en contra de sus dos  hermanos mayores que estudiaron lo que su padre les obligó: Finanzas.  Su padre nunca le perdonó que no estudiara lo que él quería, lo mandó con unas amistades que lo colocaron de bombero, lo cual le gustaba y subió rápidamente hasta llegar a jefe de grupo de una dotación. Todo el mundo lo apreciaba y sus hombres lo respetaban. Siempre era cauto en los incendios. Se hizo muy famoso, todos  lo reconocían por su gallarda figura. Al cabo de unos años hubo un trágico incendio en unos almacenes de Londres a los que acudió con sus equipos tres carros con agua jabonosa, otro con una bomba para impulsar el agua y un cuarto con las escaleras, total dieciséis hombres; al llegar le explicaron que era un edificio muy antiguo y hecho de madera y que llevaba ardiendo una media hora. Él dio la orden de montar la bomba para empezar a rociar el agua;  acto seguido mandó que la gente se apartara formando un cerco de seguridad y empezaron a echar agua mientras llegaban más carros de bomberos;  de golpe saltaron los cristales de una de las ventanas aprovecharon esa abertura para  dirigir una de las mangueras  para ir echando agua al interior. Poco a poco parecía que le iban ganando metros al fuego. Los bomberos querían entrar  dentro del edificio pero él no quería,  pero sus jefes insistían constantemente pues el dueño de los almacenes era un benefactor de los bomberos y nada más hacía que decir que estaba perdiendo mucho dinero  y que nadie hacia nada por evitarlo. Entonces mandó a sus hombres que entraran  para evaluar cómo estaba la estructura del inmueble y así lo hicieron. Cuando no llevaban ni un minuto el edificio empezó a crujir; sólo le dio tiempo a entrar,  chillar: ¡¡ Salir, salir esto se hunde!!  cuando la estructura se vino abajo.  Cuando consiguieron llegar hasta él, vieron que le había caído encima de la pierna izquierda parte de la estructura y se la había destrozado, estaba sin conocimiento;  lo sacaron, lo trasladaron al hospital e intentaron recomponerle la pierna. Pasó unos días inconsciente y cuando volvió en sí,  le explicaron que ocho de sus hombres habían muerto. Cayó en una depresión,  nada tenía interés para él.     Paso tres meses y le dieron el alta de la pierna, pero lo mandaron a un sanatorio para que se recuperara su salud. Allí conoció a Marlene que era la enfermera de su pabellón; era francesa,  hija de un cirujano parisino que la había mandado a Inglaterra a hacer prácticas. Ella se involucró en ayudar a aquel joven de mirada perdida. Poco a poco le fue haciendo salir de su tristeza y dándole otros alicientes de superación. Sin darse cuenta se fueron enamorando hasta que ya no podían estar el uno sin el otro.  Un día le llego a Jak una citación que le decían que se tenía que personar sin falta en el Palacio de Justicia en la sala dos, al lunes siguiente y que fuera acompañado de su abogado para poder recoger la denuncia que varias instituciones públicas le  habían puesto. En caso de no comparecencia sería denunciado a la policía para su detención .
Se dirigió con una cojera muy acusada, al despacho del Jefe médico. Pregunto por él, le dijeron que tomara asiento que enseguida vendría; se sentó en una silla y se pasó la mano por su pierna dolorida. En ese momento llegó el médico,  lo hizo pasar a su despacho preguntándole a que venían tantas prisas, Jak sacó del bolsillo el correo que le habían entregado y le espetó por esto. El doctor lo leyó atentamente y le dijo: “Amigo mío, ¿cuánto tiempo hace que no lee un periódico?”, desde que me ingresaron contestó Jak, “pues muy mal hecho, llevan hablando de su mala gestión al frente del siniestro desde el día que ocurrió. Se han cebado en su persona con saña y alevosía, incluso su familia no quiere saber nada de usted”, le dijo el médico y sacando un sobre se lo entregó. Esto me lo trajo el mayordomo de su padre con una nota para mí,  que decía que no le deje salir de aquí para que lo declaren enfermo mental así su familia podrá recuperar su buen nombre y el  estatus que usted les ha destruido. En ese sobre, desconozco lo que hay, me lo dieron lacrado y así sigue, a lo que  Jak le dijo: “No se preocupe,  enseguida lo sabremos pero viniendo de mi familia nada bueno espero”. Lo abrió y eran unos documentos del abogado de su padre;  los leyó atentamente durante un largo rato y después se los echó encima de la mesa y le dijo: “Lea usted la resolución en voz alta por favor”. Por la presente y en arreglo a las órdenes recibidas de su padre,  se le comunica que queda excluido de todo los bienes, patrimonio y privilegios de la familia Smit-jonson y además se le prohíbe  usar los apellidos de su padre,  no permitiéndole la entrada a  ninguna de sus fincas bajo fuertes acciones judiciales. Firmado j. Smit-Jonson.  Leyó el doctor.

miércoles, 31 de octubre de 2012

La amistad fiel


 LA AMISTAD FIEL

Me desperté en  mitad  de  la  noche, fui  a  su  habitación, le toqué la  frente y despertó. Abrió dulcemente los ojos y  me miró  sonriendo; tenía fiebre, hizo un gesto para que me acercase y me habló como si no quisiera que nadie la escuchara, pidiéndome ayuda para incorporarse, puesto que necesitaba  ir  al  escusado.   Le  ayudé  a  ponerse  de  pie, acompañándola hasta el servicio, mientras, le arreglaba la cama y   le  mullía la  almohada. Al acabar fui a por ella y la encontré  con un semblante  angustioso,  parecía que  hubiera llorado. Sabía que si le preguntaba lo negaría, no soportaba que vieran  sus debilidades. Su pelo caía sobre sus hombros, era una mujer  muy coqueta y  tozuda; en su cabeza no existía  la frase “”no puedo””, era  impensable  que  esas  palabras  saliesen  de su boca. Se incorporó despacio manteniéndose de pie durante unos instantes, después se desplomó cayendo  al  suelo  como  un  saco  sin  que  pudiera  sostenerla,  me  aterroricé. Intenté levantarla  pero  me  fue  imposible  puesto  que  era  demasiado  peso  para  mi. LLamé inmediatamente  a  una  ambulancia. No  quise  apartarme  de  su  lado y fui con ella  al hospital. Ahora puedo decir que se está recuperando despacio pero con mucha ilusión. Sabe  que su   tozudez  le podía  haber costado caro, ahora  sabe que el  cuerpo tiene un límite  y  que cuando avisa  hay que hacerle caso. Nuestra amistad  crece  más robusta si cabe,  dándonos cuenta que no podemos estar la una sin la otra y con la mirada puesta en el  viaje  a  nuestro  pequeño reino. Mientras  estos  pensamientos  divagan  por mi cabeza, mi  mano se entrelaza  con  la  suya. Conversamos y  hacemos  planes sobre la vuelta  a casa; plantaremos geranios  para  iluminar  nuestras ventanas, arreglaremos el jardín. Poco después tuve  que  salir  a hacer unas gestiones. Cuando regresé me encontré a mi amiga sentada en el  sofá  con la  bata puesta y  las  zapatillas que le  regalé  en actitud  relajada, mientras  sus  manos  descansaban sobre  su  regazo.  La vi  radiante, expresiva, hacía mucho tiempo que no la veía así, abrí la ventana para que entrara el  aire, y me pregunte a  mi  misma  si  sería porque  ya  es  primavera.             
El pequeño vaporista